Muchos quizá conciban la actual situación del denominado “Mundo Árabe” como un latigazo a Occidente, como una respuesta inaudita e imprevisible en un universo que ya está de por sí lleno de contrastes.
Comprender a la sociedad árabe nunca resulto fácil para quienes nacimos bajo la sombra del capitalismo, sin embargo, ahora, los mismos que criticamos la decrepitud y el desfase cultural y social de una sociedad ni mejor ni peor, simplemente diferente, somos los que contemplamos atónitos la revueltas que a lo largo de este 2011 se están produciendo en la franja de Magreb y Oriente Medio.
Repetidas concentraciones y protestas que ponen de manifiesto el progreso de la humanidad galopando hacia mayores cotas de libertad y justicia. La conquista de los Derechos Humanos, la reafirmación de la soberanía del pueblo, y la ruptura con las tradiciones pasadas, que imponían un respeto basado en el miedo y no en unos valores humanos y dignos.
Desde el Atlántico al Golfo Pérsico, el mundo árabe se ha convertido en un ejemplo que desde una perspectiva cultural, religiosa o política diferente marca unos mismos los objetivos, metas, las mismas en cualquier parte del mundo, la reiteración de la libertad por encima de los estados.
Un mundo complejo y plural que como señala Eugene Rogan, profesor de Historia Moderna de Oriente Medio en la Universidad de Oxford, se convierte en un “universo que sorprende por la existencia de profundos elementos de identidad común. No solo relacionados con la historia, la lengua, la cultura o la religión, sino de palpitante actualidad”.
Podríamos hablar de occidentalización, aunque particularmente, yo hablaría de rejuvenecimiento de la sociedad árabe.
Son los jóvenes quienes basándose en unos mayores conocimientos en lo que respecta a libertades y derechos fundamentales, mayor accesibilidad a los medios informativos (en la mayor parte de los países censurados), y unos valores democráticos más consolidados, han decidido llevar a cabo una serie de revueltas que están ocasionando una revolución histórica y social sin precedentes en el mundo contemporáneo.
Occidente ya no es ese gran gigante adelantado y consolidado. Las grandes potencias quedan en tela de juicio a la par que Internet se afianza como el nuevo eje, el líder de quienes luchan por una sociedad más justa.
Las grandes dictaduras caen, los grandes dictadores con ellas, y desde el capitalismo atacamos a quienes en su día ensalzamos. El mundo está en constante cambio, en continuo progreso, los estados no pueden permitirse el lujo de quedarse contemplando.
Sin embargo, esta vez hay una diferencia, no son los ejércitos quienes toman las calles, sino los ciudadanos. Puede que no vayan cargados con armas de última generación, puede que no estén tan bien formados y organizados como cualquier servicio militar profesional pero lo que sí es cierto es que, la voluntad, la ira, el rechazo y el ansia de progreso están logrando derrocar a quienes en el pasado se engrandecieron como líderes políticos e incluso espirituales de una sociedad débil y azotada.
Hoy, son ellos los azotados. Hoy es la soberanía nacional quien toma el relevo.